domingo, 3 de enero de 2010

Ser maestra de primaria no era mi gran anhelo cuando era pequeña, aunque mis papás lo son, yo quería ser Diseñadora de Modas y Modelo, pero terminé siendo Secretaria.

Empecé a enseñar en el Instituto Estatal de Educación para Adultos en la Plaza Comunitaria de Zacatlán, impartiendo alfabetización, primaria y secundaria, me empecé a dar cuenta de lo gratificante que es esta profesión, cabe mencionar que también a los adultos hay materias que también se les dificulta, especialmente las matemáticas, al platicar con mi mamá me sugirió que estudiara en la Universidad Pedagógica Nacional para poder profesionalizarme y poder trabajar en la docencia, tomando la decisión de inscribirme, también le pedimos permiso a la Directora de la primaria para poder practicar con el grupo, eso sí, me revisaba mis planeaciones para poder dar clases, al principio tenía muchos nervios y no sabía exactamente lo que tenía que hacer, pero con la práctica me empecé a sentir muy cómoda, los niños me respondían y sentí que tengo vocación para enseñar, porque cuando un niño entiende lo que estoy explicando y veo su rostro satisfecho con lo que aprendió, comprendo que lo estoy haciendo bien, pero hay ocasiones que no encuentro la manera o la forma de explicar un concepto y es cuando la frustración y el enojo llegan y no me da miedo, ni pena en pedir ayuda.

En un día normal empezamos las actividades con la activación matutina para animar a los niños, seguimos con las clases proponiendo dinámicas antes para inducir al tema, las actividades las planeó con tiempo para realizar material didáctico si es necesario para reforzar el contenido, todo lo anterior lo realizo para que los niños tengan un aprendizaje significativo.

Seguir preparándome es una prioridad en este momento, por el cambio constante que va teniendo la educación, el estar preparado es punto clave para que nuestra enseñanza sea de calidad y significativa.

Toda mi vida ha girado en torno de la educación ya que mis padres son profesores de primaria y desde pequeña en contadas ocasiones los acompañaba a la escuela, al pasar el tiempo me dí cuenta que el trabajo de mis papás era un poco complicado porque tenían que atender a muchos niños que no se callaban, hasta cierto punto me frustraban y me preguntaba por qué les gustaba ir a trabajar todos los días y si era así diario.

Al incursionar ahora en la docencia desde hace 4 años que estoy apoyando a la escuela primaria “José María Morelos” de Tomatlán, me he dado cuenta que esa profesión tiene muchas satisfacciones que hacen querer asistir todos los días, pero al mismo tiempo me frustro también porque todo llega a recaer a una rutina, muchas veces aunque no queramos, el contexto escolar nos absorbe y ni modo hay que seguirlo, enseñamos primero español y después matemáticas porque son la prioridad y las demás materias las acomodamos como nos convenga y si nos da tiempo de impartirlas lo hacemos y si no ya ni modo, será cuando nos vuelva a tocar según el cronograma de trabajo. Buscar nuevas estrategias es ya una prioridad dentro de mi práctica para ya no caer en la monotonía del medio, el apoyo de los compañeros es escencial para así poder sacar un buen trabajo.

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EL VALOR DE LA JUSTICIA